En plena incertidumbre de la segunda ola de la pandemia tuvimos un respiro muy bonito y necesario.

Viajamos a Tenerife – la tierra natal de mi marido. Ahí nos atrevimos a soñar y en unos días planeamos un viaje a la isla de La Gomera, aquello es un paraíso. Al pisar tierra al bajar del barco te teletransportas a Bali, de hecho no tenía ni idea a que a nuestro alcance existe una hermosa isla cubierta por los bosques densos de helechos y árboles cubiertos por musgo crecen en las brumas del parque nacional de Garajonay. Las peques se quedaron con la abuela un par de días y decidimos no perder ni un minuto. El aire fresco me llegaba desde la ventana del coche y disfrutaba de esta libertad tan deseada en éste último año; libertad del movimiento. Al ser imprevisto el viaje, estudiamos el mapa del parque por el camino y los dos coincidimos que la ruta #9 era la más completa para descubrir toda la belleza de este lugar. Vuelta tras vuelta y otra vez a empezar pero ni rastro de la ruta #9.

Ni el mapa, ni el GPS, ni las preguntas a la gente nos acercaban al camino elegido. Despúes de merienda y varias fotos dije a Alex: ¨Tenemos que desistir de la idea de hacer esta ruta¨. Yo misma sentí alivio al pronunciarlo, ya que el constante pensamiento que perdía el tiempo sin avanzar y que se está haciéndose tarde, me estaba agobiando. Aparcamos y tomamos el camino de la primera ruta que encontramos.

Suelo conseguir las cosas que me propongo; tomo la acción de inmediato y me desespero cuando el resultado tarda en llegar. La práctica de Sofrología no ha cambiado las cosas: sigo siendo enérgica y perseverante, pero lo que ha cambiado es la actitud que adopto ante las situaciones cuando no sale tal y como yo planeaba. ¿Cuesta? Y tanto! Sobre todo si el Ego asocia que rendirse es perder, equivocarse es cometer un error, entonces no solo te cuesta reconocerlo si no también le duele a tu Ego.
Entreno mi atención y la desvió del deseo de obtener el resultado y la enfoco en el proceso, en mis sensaciones, mis emociones; elijo no sufrir sino fluir, no me rindo sino confío. Creedme esta actitud requiere mucha más valentía y entrena tu paciencia; te recuerda que todo es un proceso al igual que la planta no crece en un día. Aprendí a preguntarme: ¿Para qué quieres encontrar la ruta #9?¿Qué pasaría si no llegas a encontrarla? Y respondiendo te das cuenta que todo es mental: nosotros somos los que imaginamos como queremos las cosas y nosotros somos libres de abrir las fronteras de nuestra imaginación, adaptándose al momento.
Cabe añadir que a los 40 minutos de camino por un parque espectacular nos hemos encontrado con el cartel : La ruta #9.

¨El mapa no es el territorio¨.

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